Hoy he tenido ese sueño. En él yo encontraba trabajo en una startup que había descubierto una fuente enorme de energía geotérmica en la sierra de Madrid cerca de Buitrago de Lozoya. La empresa, en lugar de usar esa energía directamente, había instalado cientos de miles de sensores para medir los microcambios de temperatura y con ellos generar una fuente inmensa de números aleatorios de calidad criptográfica. Mi trabajo allí consistía en desarrollar un programa para distribuir esos números aleatorios desde un servicio web (que se llamaba dev.random.es
) y un driver Linux para alimentar la entropía del sistema con ese chorro de bits desde la red (sí, lo sé, es absurdo, pero es un sueño).
A la empresa le iba de maravilla hasta que los técnicos descubrieron que había patrones repetidos en los números aleatorios generados mediante los sensores térmicos. De repente todo se había convertido en una estafa que vendía algo que era mentira. Aquí es donde empieza el sueño realmente: yo me encontraba en una reunión interminable en la que la gente empezaba a dar ideas locas a toda prisa sobre cómo ocultar o esquivar el problema; incluso alguien propuso hacer una correlación y una multiplicación de las salidas de los sensores con los cambios de frecuencia en la canción Plainsong de The Cure. Entonces se aprobó la idea de añadir al generador de números aleatorios los tiempos de acceso y los tamaños de paquete de las peticiones que hacían los usuarios desde la red; yo lo pasaba muy mal intentando explicar una y otra vez que eso era un disparate, ya que convertía el generador de números aleatorios (supuestamente válidos para criptografía) en externamente manipulable, pero mis compañeros y mis jefes no podían o no querían entenderme (o yo no sabía explicarme).
En mitad de la reunión la Policía Entrópica (sí, eso existía en mi sueño), una división del CNI, entraba en las oficinas rompiéndolo todo con unas porras eléctricas que lanzaban chispas azules. Aquí me despertó el gato pidiendo comida.