Por favor, abandonad la analogía absurda de la enfermedad como algo contra lo que se lucha. Los enfermos, en especial si se trata de cáncer o de trastornos mentales, no estamos en un enfrentamiento cara a cara. No hay un enemigo al que combatir ni al que hacer frente. No hay tácticas a seguir, no hay estrategias, no hay tropas hostiles con posibles puntos débiles. Si hay que usar metáforas bélicas nos parecemos más a una desarmada población civil sufriendo un bombardeo. Solo que sin avisos, sin sirenas, sin refugios antiaéreos. Caen los proyectiles y no los ves ni los oyes, solo sientes las laceraciones y las heridas que no cierran. Y cuando oyes a alguien que no entiende nada decir que el optimismo cura, sientes el impulso de responder, pero sabes que te enfangarías en una discusión estúpida y simulas una sonrisa mientras te imaginas al mutilado esperando a que su brazo vuelva a salir a base de ser positivo y tener fe.
Basta ya. No estamos luchando. Estamos siendo fusilados, atados de pies y manos, sordos y ciegos. Solo nos queda esperar a que cese el fuego o a que todo acabe de una vez.