El último perro que tuve, Ambro, era un macarra de cuidado: le ladraba a todos los perros con los que nos cruzábamos. Era un pelín agotador, la verdad. Era un perro de tamaño medio (un Spaniel Bretón, probablemente), pero se ponía de manos y todo y había que hacer un esfuerzo grande para sujetarlo. Había quien se sobresaltaba, pero en general todo se hablaba y quedábamos tan amigos.
Por eso decía que igual has tenido mala suerte con el tipo de dueño que hay por tu zona.